7 Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá. 8 Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido. Mateo 7:7-8
En nuestra vida como cristianos sabemos que la oración es una parte vital, es necesaria para nuestra relación con Dios. En una ocasión escuche decir a nuestro Pastor Chu, que muchas veces en nuestra vida hacemos de la oración un evento grande y nos enfocamos en dejar todo listo para tomar ese tiempo de orar (y no es malo, no me malinterpreten) pero nos olvidamos que hablar con Dios lo podemos hacer a cada minuto y cada segundo. Él está en todo momento con nosotros, simplemente tenemos que hablarle. Y estos versículos de Mateo 7:7-8 nos dice que pidamos y Dios nos dará y que él que confía en Dios recibe lo que pide. Yo no sé de ti pero, ¡wow! qué emoción saber que Dios nos dará lo que pedimos. Pero así como Dios nos dará lo que pedimos, tenemos que conocer nuestro corazón y sus intenciones al momento de pedir. Si la Biblia nos dice que Dios nos dará lo que pedimos, ¿por qué muchas veces no recibimos lo que pedimos?, ¿tenemos falta de fe? o ¿nuestra oración no pasó de nuestro techo? Sé que te has hecho todas estas preguntas en algún momento de tu vida.
Si algo que tengo por seguro es que Dios nos escucha en todo momento. Y en ocasiones nos frustramos porque pensamos que no nos escucha y nuestra ayuda no llega rápido. Pero Dios muchas veces no nos concede lo que pedimos porque no estamos listos para recibirlo o como la mayoría de los casos. Cómo decía anteriormente, hacemos de la oración un evento que practicamos tal vez una vez a la semana para pedir algo que necesitamos y perdemos de prioridad nuestra relación con Dios. Mientras nuestra relación con Dios crece, conoceremos los deseos del Espíritu Santo y aprenderemos a pedir según lo que Él sabe que es mejor para nosotros. Te aseguro que cuando confiamos en el Espíritu Santo y pedimos según lo que Él nos indica, Dios nos dará todo lo que pedimos como dice Mateo 7: 7-8.
